29 de agosto, 2014 - Sal en las venas

Ha ocurrido que en mi vida se han mezclado dos idiomas. Que las personas que quiero viven a miles de kilómetros unos de otros. Que a veces no soy capaz de encontrar las palabras que necesito en un solo idioma para expresar cómo me siento. Tanto ha quedado sin decir, ya que cambiaba de vida a cada paso que daba. Y casi nada me queda del pasado, tal fue el empeño con que quemaba los puentes tras de mi.
Al fin, cuando volvía de nuevo a jurarme que esta sí que sería mi última vida, sentí de pronto que en realidad podría ser así. Porque cuánto tiempo más se pueden ocultar las emociones? Cuántas veces se puede quitarles importancia a los errores cometidos alegando que esta no es la vida definitiva, que siempre puedo volver a empezar sin cometerlos? ¿Pero como empezar a afrontar los errores cuando hay tantos fantasmas tras mis hombros? Si paro, si dudo un solo instante, me encontrarán. Me llevarán a la oscuridad. Y las cadenas y cerrojos de las puertas de mi memoria las cerré con tanto ahínco que dudo mucho que pueda volver a abrirlas.
Hace muchos años que tengo la costumbre, cuando me siento mal, de levantarme temprano, cuando toda la ciudad duerme y bajar a la playa. Sentarme en una roca y mirar el mar, a los pescadores que vuelven a tierra, a las barcas de la arena... Todas las personas que vienen aquí a esta hora sienten la llamada del mar. Los deportistas con los cascos en las orejas, la pareja rosa de turistas ingleses, los ciclistas persiguiendo al viento, que se detienen con los primeros rayos del sol. No solo ellos, es un ritual. Todos a los que ha encontrado el amanecer en la playa se quedan quietos y vuelven los rostros hacia el horizonte. Con los ojos brillantes, contienen la respiración. Es esta mañana, este paseo marítimo, este amanecer que nos ha unido por un instante... Una repentina ráfaga de viento nos devuelve la consciencia. Despertamos. Volvemos a ser cada uno, personas que por un motivo u otro se encontraban aquí esta mañana. Personas libres y tristes. Con sal en las venas.
Tantos años han pasado y eso no ha cambiado. Cada mañana era única, cada amanecer - el primero. Y yo...

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